Mientras Alemania se tambalea, el resto de la región está protagonizando un regreso espectacular, liderado por Francia, de todos los lugares. Descartado muchas veces como un caso perdido socialista paralizado por un gasto público altísimo, una carga fiscal masiva y un sentimiento anti-sector privado, la economía francesa está volviendo a la vida.
El crecimiento del 7% el año pasado fue su tasa más alta en más de medio siglo, lo que llevó al ministro de finanzas, Bruno Le Maire, a declarar, quizás un poco prematuramente, que la crisis económica ha sido “borrada”. Sin duda, no perjudicará las posibilidades de Emmanuel Macron de ser reelegido en abril.
Suecia también está creciendo más rápido de lo esperado, pero es la recuperación de los países mediterráneos lo que amenaza con poner patas arriba la dinámica de poder regional. El regreso de Italia bajo el mando de “Super” Mario Draghi es impresionante. Se espera que las reformas de Draghi, junto con casi 200.000 millones de euros (167.000 millones de libras esterlinas) de los fondos de recuperación de la UE para la covid y una de las mejores tasas de vacunación del mundo, tengan un crecimiento acelerado de más del 6% en 2021. Incluso España se ha recuperado considerablemente después de sus mayores reformas. contracción desde la década de 1930.
Es tentador ver la situación de Alemania como un fenómeno temporal con el país preparado para volver a ponerse de pie una vez que los casos disminuyan y, con ello, la calma restablecida en el equilibrio de poder de larga data en Europa.
Pero su dependencia de las exportaciones lo hace más vulnerable a la actual crisis de la cadena de suministro. Lo mismo ocurre con la exposición a China, donde el fanatismo cero-Covid de Beijing está causando caos económico y social.
La situación de Alemania es grave. Una máquina industrial que alguna vez fue poderosa está crujiendo, con una producción aún por debajo de los niveles previos a la pandemia. Su sector de fabricación de automóviles, que representa el 10% del PIB, ha sido descrito como en un estado “crítico”, después de que las ventas se redujeran a la mitad. El gasto de los hogares aún no se ha recuperado. Las tasas de vacunación están por debajo de otros países del G7, y un gobierno de coalición desordenado corre el riesgo de parálisis política.
Un país que se jactaba de ser la “locomotora económica” que sacaría a Europa de la pandemia, de repente corre el riesgo de ser el freno que lo frena.
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